viernes, 14 de junio de 2013

ESCRITURAS DEL INSOMNIO


FLAUBERT, MADAME BOVARY Y EL INSOMINIO

Antonio Muñoz Molina

http://prodavinci.com/2013/06/12/artes/flaubert-madame-bovary-y-el-insomnio-por-antonio-munoz-molina/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Prodavinci+%28Prodavinci%29


Fragmento de un artículo publicado en El País

En sus noches de insomnio, en el cuarto cerrado del que acabó por no salir nunca cuando había visitas, Emily Dickinson corregía de manera incesante poemas y escribía cartas a la luz de una vela. En estas noches mías de no dormir yo he leído sobre todo las cartas que escribía Gustave Flaubert, también a deshoras, también en un cuarto de solterón y solitario, muchas de ellas después de haber trabajado todo el día en la escritura de Madame Bovary. Cartas de insomnio en el insomnio: las de Emily Dickinson, oraculares y concisas, caben en un libro; las de Flaubert ocupan cinco volúmenes y varios miles de páginas en la edición de La Pléiade. De ese océano de palabras se pueden extraer riquezas que no parece que puedan agotarlo nunca. Siruela publicó hace unos años las cartas dirigidas a Louise Colet en una traducción de Ignacio Malaxecheverría. En mi viaje de insomnio yo he llevado conmigo esta vez una selección de ochocientas páginas muy tupidas de texto, muy bien presentadas y anotadas por Bernard Masson, en una de esas ediciones de bolsillo atractivas y baratas que son la gloria de las librerías francesas.

En Madame Bovary Flaubert quiso lograr lo que nadie había imaginado antes que él, una prosa que tuviera un grado máximo de control e intensidad, al mismo tiempo limpia y flexible, tan objetiva como un informe científico, tan soberana y completa en su significado como una ecuación matemática. En una carta dice que una metáfora ha de aspirar a la precisión de la geometría. En la generación anterior a la suya, Balzac y Stendhal habían escrito novelas atropelladas de peripecias en las que la narración quedaba interrumpida casi a cada párrafo por los comentarios en primera persona del autor.

En una carta Flaubert explica, célebremente, su ideal inverso: que el autor sea tan omnipresente pero tan invisible entre sus personajes como Dios entre sus criaturas. Balzac y Stendhal podían escribir una novela completa en unas semanas, a la velocidad risueña a la que componían Mozart o Rossini. Uno de los atractivos casi perversos de la correspondencia de Flaubert es seguir paso a paso la escritura lentísima de Madame Bovary, que se prolonga a lo largo de cinco años y centenares de cartas. No existe otro monumento como ese al oficio de la literatura: la soledad de cada día, la paciencia obstinada, la vigilancia cuidadosa de cada palabra, el corregir y tachar, copiar de nuevo, volver sobre lo escrito, sin permitirse ninguna indulgencia, prefiriendo, dice Flaubert, “rabiar como un perro” antes que dar por hecha una frase apresurada, antes de que un párrafo alcance su plena maduración.

Pero cada día, después del trabajo “deliciosamente atroz” en la novela, a las dos o a las tres de la madrugada, después de pasarse diez horas midiendo milimétricamente cada palabra, Flaubert, con una fortaleza física e intelectual inexplicables, en un estado de estimulación que hace imposible el sueño, Flaubert se pone a escribirle a un amigo o a su amante de París. Y entonces la escritura misma es el desmentido de todos sus principios, porque ahora se deja llevar sin control alguno por lo que se le pasa por la cabeza, se entrega a la desmesura de contar, inventar, divagar, reírse con una risa como de Cervantes o de Rabelais, a la confesión impúdica, al chisme y al escarnio, a todo lo que no se permite en la novela. Y esa carta larguísima escrita a toda velocidad en una madrugada de insomnio es tan admirable como una página de Madame Bovary que costó una semana entera.


LITERATURA DE INSOMNIO
En algunos viajes se sobrelleva el insomnio como una maleta muy pesada; esa maleta que se ha subido y bajado por escaleras, que se ha recogido de cintas transportadoras, que se ha ido volviendo una roma compañía, que se ha levantado con dificultad para depositarla en el portaequipajes de un taxi. De una noche a otra, el insomnio se ha ido agravando, se ha adaptado a los sucesivos tamaños mezquinos de las habitaciones de hotel, se ha dejado adivinar en la perspectiva de un corredor vacío y en el dibujo de la moqueta. Al abrir la puerta con la llave magnética, en la primera ojeada a la cama y a la luz recién encendida en las mesas de noche, el insomnio es otro huésped fantasma que se ha adelantado para ocupar su sitio. El insomnio es una criatura de las habitaciones de hotel como el pulpo gigante lo es de las profundidades submarinas. La presencia exagerada del televisor enfrente de la cama ya anuncia las deshoras inevitables frente a la pantalla encendida. Las cortinas en la ventana están de antemano ligeramente separadas para permitir el paso de la primera claridad del día que advertirán los ojos extenuados de permanecer abiertos.

El insomnio en los viajes, las noches en blanco del jet lag, son el reino de las lecturas excesivas, de las lecturas febriles, del hartazgo y el desagrado de leer, de la lectura que se disgrega en una somnolencia agitada que no llega a la condensación plena del sueño, en un duermevela de palabras escritas o como murmuradas al oído por una voz monótona. Parece que los párpados pesan y lo recién leído se desliza muy rápido en el sinsentido. Hay que apagar rápido la luz, que encogerse de lado en la cama extraña, que apoyar la cara contra una almohada demasiado grande o demasiado mullida y en cualquier caso misteriosamente refractaria al descanso.

Hay que encender la luz de nuevo. Hay que mirar la hora. Hay que elegir entre quedarse en la oscuridad con los ojos muy abiertos o apretando los párpados y capitular del todo al insomnio. En el extremo del cansancio es posible alcanzar una serenidad resignada, y entonces la privación del sueño se convierte en una conquista: horas por delante de un silencio muy limpio, en las que será posible leer sin ninguna interrupción, oyendo si acaso, cuando se acerque el amanecer, un canto solitario de mirlo. El purgatorio del no dormir se transmuta sin esfuerzo en un paraíso de lectura. Algunos de los grandes libros de mi vida me afectaron más porque los leí sin interrupción en rachas de varias horas, en las noches sucesivas de insomnio tras el regreso de un viaje, después de esa noche escamoteada del vuelo entre Nueva York y Madrid, cuando a la una de la madrugada azafatas amables y despóticas deciden que son las siete y que ha llegado la hora de cambiar de golpe la oscuridad por una luz de clínica y de tomar un arbitrario desayuno. Así leí Vida y destino, de Vasili Grossman, sus muchos centenares de páginas devoradas en unas cuantas noches de jet lag.

En otro regreso las noches sin dormir me las consumió una meticulosa biografía de Emily Dickinson, Lives Like Loaded Guns, de Lyndall Gordon. La concentración excesiva, la ofuscación mental de insomnio, exageraban la claustrofobia y el miedo de los personajes de Grossman bajo la sombra de Stalin en la misma medida en la que lo volvían a uno más sensible a toda la virulencia de las pasiones secretas que podían cruzarse y alimentarse entre sí en el mundo estrecho y cerrado en el que se movía Emily Dickinson.

En sus noches de insomnio, en el cuarto cerrado del que acabó por no salir nunca cuando había visitas, Emily Dickinson corregía de manera incesante poemas y escribía cartas a la luz de una vela. En estas noches mías de no dormir yo he leído sobre todo las cartas que escribía Gustave Flaubert, también a deshoras, también en un cuarto de solterón y solitario, muchas de ellas después de haber trabajado todo el día en la escritura de Madame Bovary. Cartas de insomnio en el insomnio: las de Emily Dickinson, oraculares y concisas, caben en un libro; las de Flaubert ocupan cinco volúmenes y varios miles de páginas en la edición de La Pléiade. De ese océano de palabras se pueden extraer riquezas que no parece que puedan agotarlo nunca. Siruela publicó hace unos años las cartas dirigidas a Louise Colet en una traducción de Ignacio Malaxecheverría. En mi viaje de insomnio yo he llevado conmigo esta vez una selección de ochocientas páginas muy tupidas de texto, muy bien presentadas y anotadas por Bernard Masson, en una de esas ediciones de bolsillo atractivas y baratas que son la gloria de las librerías francesas.

En Madame Bovary Flaubert quiso lograr lo que nadie había imaginado antes que él, una prosa que tuviera un grado máximo de control e intensidad, al mismo tiempo limpia y flexible, tan objetiva como un informe científico, tan soberana y completa en su significado como una ecuación matemática. En una carta dice que una metáfora ha de aspirar a la precisión de la geometría. En la generación anterior a la suya, Balzac y Stendhal habían escrito novelas atropelladas de peripecias en las que la narración quedaba interrumpida casi a cada párrafo por los comentarios en primera persona del autor. En una carta Flaubert explica, célebremente, su ideal inverso: que el autor sea tan omnipresente pero tan invisible entre sus personajes como Dios entre sus criaturas. Balzac y Stendhal podían escribir una novela completa en unas semanas, a la velocidad risueña a la que componían Mozart o Rossini. Uno de los atractivos casi perversos de la correspondencia de Flaubert es seguir paso a paso la escritura lentísima de Madame Bovary, que se prolonga a lo largo de cinco años y centenares de cartas. No existe otro monumento como ese al oficio de la literatura: la soledad de cada día, la paciencia obstinada, la vigilancia cuidadosa de cada palabra, el corregir y tachar, copiar de nuevo, volver sobre lo escrito, sin permitirse ninguna indulgencia, prefiriendo, dice Flaubert, “rabiar como un perro” antes que dar por hecha una frase apresurada, antes de que un párrafo alcance su plena maduración.

Pero cada día, después del trabajo “deliciosamente atroz” en la novela, a las dos o a las tres de la madrugada, después de pasarse diez horas midiendo milimétricamente cada palabra, Flaubert, con una fortaleza física e intelectual inexplicables, en un estado de estimulación que hace imposible el sueño, Flaubert se pone a escribirle a un amigo o a su amante de París. Y entonces la escritura misma es el desmentido de todos sus principios, porque ahora se deja llevar sin control alguno por lo que se le pasa por la cabeza, se entrega a la desmesura de contar, inventar, divagar, reírse con una risa como de Cervantes o de Rabelais, a la confesión impúdica, al chisme y al escarnio, a todo lo que no se permite en la novela. Y esa carta larguísima escrita a toda velocidad en una madrugada de insomnio es tan admirable como una página de Madame Bovary que costó una semana entera.

www.antoniomuñozmolina.es

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/06/05/actualidad/1370431967_657609.html

viernes, 7 de junio de 2013

RECOMENDACIONES DE HEMINGWAY PARA ESCRIBIR


"1- Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés vigoroso. Sé positivo, no negativo.

2- La jerga que adoptes debe ser reciente, de lo contrario no sirve.

3- Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como "espléndido, grande, magnífico, suntuoso".

4-Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas.

5- Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.

6- Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias.

7- A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.

8- Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal."

CÓMO HACER UN EBOOK PASO A PASO



Si quieres hacer un ebook paso a paso aquí te mostraré como hacerlo, sabemos que un ebook puede ser una herramienta muy poderosa para el marketing, o bien, si queremos tener un producto para vender o para regalar en nuestro sitio web, un ebook es perfecto porque es fácil de hacer y de regalar o vender y no requiere grandes gastos y si decides monetizarlo, puede mejorar tus finanzas personales.

Por eso, quiero decirte como hacer un ebook paso a paso para que solo tengas que ir siguiendo las instrucciones y tener tu libro electrónico listo para cuando lo necesites.

Pasos previos antes de crear tu libro electrónico

• Antes de comenzar, debes planear muy bien la finalidad de tu ebook. Por ejemplo, si va a ser comercial, para regalar, de prueba, para reforzar una marca, para ofrecer servicios, un ebook de prueba, etc.

• Inmediatamente que tienes ya definida la finalidad, debes elegir un tema, es importante decir que si será un regalo en tu blog, debe tener relación con el mismo, por ejemplo, si tu blog es de cocina, un libro de recetas está en bien, en cambio será malo regalar un libro chistes, en un blog de cocina.

• Para elegir el tema, puedes tomar en cuenta factores muy importantes, el primero, el presupuesto, si vas a mandarlo a escribir, no hay mayor complicación, solo es cuestión de pagar a un escritor. En cambio si vas a hacerlo tú, debes delimitar el tema, con el fin de saber que investigar, que escribir y no revolverte entre tantas ideas que pueden aparecer si se trata de un libro sobre un tema muy amplio. Además, de saber muy bien, donde tomar las fuentes que refuercen o vayan estructurando tu libro, sobre todo, siempre estar consciente de que va a ser una fuente de información, por lo que debe ser lo más confiable y verdadera posible, así como profesional. Después de todo, si tu finalidad es vender el libro, a la vez estará formando un nombre tuyo como escritor, por lo que la calidad es una forma de recomendación a futuras obras.

• Una vez delimitado el tema, puedes elegir el título de tu libro, además que sabrás calcular la extensión y los subtemas que vas a desarrollar, por ejemplo, supongamos, que tu libro se llama 20 formas de bajar de peso, entonces los subtemas pueden ser cada una de las formas de bajar peso.

• Entonces sÓlo queda buscar toda la información posible para comenzar a redactar tu libro y hacer un ebook.

Comenzando a redactar tu libro electrónico
Es entonces cuando nos topamos con el problema de no saber que debe ir primero, como iniciar un libro, por eso te doy unas sugerencias:

• Te recomiendo usar Word, antes que nada, u otro editor de textos que te permita dar formato a lo que escribes.

• En primer lugar, puedes dejar una página en blanco y en la segunda página poner el título de tu libro.

• Comenzar con una nota, ya sea de agradecimiento, o donde expongas la finalidad de tu obra y algunos datos sobre derechos de autor, como puede ser, la libertad de regalar tu libro, una nota de que está prohibido regalar tu ebook, etc.

• Comenzar por tu índice.

• Comenzar con tus capítulos.

Notas: Un tipo de fuente normal es quizá lo mejor, yendo de la mano con el tema, pues, si se trata de un libro comercial, puedes elegir fuentes como Arial, Times, etc. Si se trata de un libro menos serio, como de frases o chistes, puedes elegir otro tipo de letras. Los tamaños de títulos deben ser de tal forma que destaque del resto del contenido (sentido común).

Para comenzar a escribir un párrafo, recuerda que llamar la atención debe ser una tarea en todo momento, sobre todo en libros como novelas, donde el que lee debe estar interesado en todo momento. No está de más siempre estar al pendiente de las palabras que usamos, de las tildes y la ortografía para no dar el peor de los aspectos.

Una vez que hayas terminado de escribir tu libro te recomiendo lo siguiente:

• Comenzar la revisión ortográfica, para ello te recomiendo que lo hagas tranquilamente, si es necesario pagar por ello, no lo dudes, también puedes enviarlo a varios amigos para que te ayuden y comenten sobre los puntos que no han quedado claros, así como frases innecesarias. Cuando ya estés seguro de que todo está corregido puedes comenzar el siguiente paso.

• Ahora ya puedes comenzar a dar formato a tu libro de la forma en que elijas, recuerda que entre más cosas agregues a tu ebook, puede hacer que pese más y tarde más en ser descargado, tómalo en cuenta, pero puedes agregar imágenes, marcos, cambiar el estilo de letras y tamaños, etc. con el fin de hacerlo más vistoso y agradable.

Elaborando una portada para tu libro

Si es necesario, te gustará crear una portada y una caratula para tu ebook, en donde comienza la otra parte del trabajo más difícil, para ello contamos con algún software gratuito (de licencia gratuita) que podemos descargar a través de sus sitios oficiales (importante).

Yo uso eCover Engineer que puedes descargarlo gratuitamente desde el sitio oficial (ojo: lo recomiendo, pero no recibo ninguna bonificación por parte de los elaboradores del producto por recomendarlo). Este programa es muy sencillo de usar y sirve para crear portadas de libros, audio, etc. También para hacer el diseño de tu ebook, para ello, puedes usar imágenes y colocarlas en la caja del libro para ir dando un aspecto profesional a tu libro.

Te recomiendo crear una imagen que vaya acorde a tu libro, debes estar pendiente de no elegir cualquier imagen, sobre todo si usas google para encontrar imágenes, muchas de ellas tienen derecho de autor o no contienen permiso para usarse con productos comerciales, lo ideal es contratar un diseñador que te realice una imagen que va a ser la portada de tu libro. Te recomiendo visitar forobeta, ahí podrás contratar diseñadores a bajo costo.

Una vez que ya tengas tu imagen ya puedes comenzar a usar eCover Engineer para crear tu caja y tu portada. Inmediatamente vas a ver que se trata de un programa muy intuitivo donde ya están prediseñadas las caratulas solo para que vayas editando o agregando imágenes, así como acercar o alejar tu caratula.
Bien, ya has hecho tu portada, sigue lo último, que es convertir tu libro a pdf.

Convertir ebook a pdf

Para ello nuevamente hacemos uso de un programa, en este caso se llama PDF Creator, se trata de un programa que funciona a manera de impresora, donde agregas tu documento y va “imprimiendo” todo hasta convertirlo a pdf, en realidad cuenta con otros formatos, pero nosotros queremos convertir a pdf y PDF Creator es nuestra opción.

Existen otros programas, así como páginas online, pero es mejor tener un software instalado, sobre todo si pensamos realizar otros proyectos a futuro. Si quieres descargar PDF Creator puedes hacerlo gratuitamente pues cuenta con versiones gratuitas y de prueba.

Este programa te va a permitir a través de sus opciones, proteger tu contenido con contraseña para que no pueda ser fácilmente modificado, además de conservar enlaces activos en tu texto. También escanea las imágenes por lo que no tendrás que preocuparte.

Ya que has convertido tu libro a PDF ha terminado la tarea de este tutorial.

Como recomendaciones finales, puedes comprimir tu ebook para distribuirlo online. Otras opciones avanzadas es permitir descargar con contraseña, bloquear el contenido de tu libro hasta cierto capitulo para versiones de prueba de tu producto (si es que lo quieres vender).

Espero que te haya ayudado y que hagas un libro de buena calidad aunque sea de distribución gratuita y si existen dudas, las dejes en los comentarios que trataré de resolverlas.

Por último, si necesitas contratar a un redactor, crear un libro electrónico, me ofrezco a precios bajos, puedes usar la sección de contacto.

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EL OFICIO DEL EDITOR


En su ensayo Oficio editor, publicado por El Aleph, el reconocido editor español Mario Muchnik reclama parte del protagonismo de estos verdaderos artesanos de la lectura en el quehacer editorial.

El volumen es una suerte de alegato de defensa de una profesión tan antigua como el libro y tiene como objetivo defender "las atribuciones irreductibles e irrenunciables del oficio de editor: defender al autor de sus errores y defender al lector de los suyos".

En su texto, claramente autobiográfico y de una sinceridad ejemplar, Muchnik, repasa las singularidades técnicas del oficio que incolucran tanto al mundo de la creación literaria como al mercado al que se dirige un libro; a los detalles no menores de la elección del papel, la tipografía y la cubierta de un ejemplar; cuenta la historia de su propia editorial (Muchnick Editores, fundada por su padre en 1973), detalla las siempre extrañas relaciones con los agentes literarios, las "delirantes exigencias de la rentabilidad de los grandes grupos editoriales" y de las superlibrerías y reflexiona sobre la competencia entre el libro electrónico y el entrañable libro de papel.

Afirma que mientras los editores no sólo mejoran un texto, los escritores se empecinan en defender su manuscrito opíparo en errores de todo tipo. Para divertirse, les dedica una sección no por venenosa, menos auténtica: "Hay autores que dan paliza", quienes son merecedores de todo tipo de floridos improperios y candidatos al asesinato, al menos verbal, por parte del sufrido editor.

Ni una coma. Hay escritores que “no admiten que se les toque una coma de su texto”, pese a que si no corrige no se comprenderá el texto.

La tapa. El escritor quiere “imponer su propia idea de cubierta” del libro.

La traducción. El autor extranjero que se entromete en una traducción, “sin saber una palabra de español”.

Erratas. Algunos escritores entregan manuscritos sin corregir áspera tarea que recaerá en el editor. “Y luego rompen el pacto de fidelidad y se van con quienes les ofrecen condiciones mejores”, se queja.

Prolíficos. Hay autores que escriben dos o tres libros por año para que su editorial los publique “ya mismo”, ironiza Muchnik.

Dudas. El escritor entrega su manuscrito y "se olvida" para que sea el editor quien resuelva las posibles dudas que surjan en su lectura.

Obsesivos. “Los que llaman una o más veces por día para ver qué tal va la producción de su obra”. Insoportables.

Amiguismo. El amiguismo es una de las peores prácticas de los escritores que hacen sufrir al editor con propuestas de manuscritos de sus “amiguetes”, dice.

Última versión. El libro ya está listo casi en fase de impresión y el autor envía la "última versión" del manuscrito, varias veces. Es motivo de asesinato.

Editor leonino. El escritor cree que el editor es un maldito mercader. “Van por el mundo convencidos de que el editor se enriquece a costa de ellos”. Muchnik aclara que el escritor gana un 10% del precio del libro, en concepto de derechos de autor, en tanto que el editor sólo obtiene el 20% de la facturación, dinero con el que sostiene “los costes de impresión, gastos generales, impuestos y margen con el que poder vivir”, añade.
"Si el concepto de `industria cultural´ deviene oxímoron, ¿algo semejante es esperable del concepto `editor amigo´", reflexiona Mónica Rubalcaba en su ensayo sobre la relación entre Francisco Porrúa y Julio Cortázar.

Justamente, la silenciosa tarea del editor consiste en pulir el texto con pequeños detalles. O como diría Cortázar, uno de los grandes amigos de Muchnik, en mover una coma, "esa puerta giratoria del pensamiento”.

Patricia Rodón

http://www.mdzol.com/nota/449352/

¿LEER EN PAPEL O EN LIBRO ELECTRÓNICO?



Esta debe de ser una de las preguntas que más se han realizado (y contestado) en los últimos tiempos dentro del mercado editorial y del mundo de la lectura en general. Hay respuestas para todos los gustos: están los nostálgicos del papel, aquellos que hablan de su comodidad visual, su tacto y su olor, aquellos que asocian contenidos emocionales con el contenido impreso; y por otro lado están los que defienden lo electrónico, su aspecto práctico y las posibilidades que ofrece por sus aplicaciones y diseño. También es cierto que los lectores electrónicos de hoy en día, con su ligereza, sus pantallas anti-brillo y todo lo demás, tienen poco que ver con los primeros e-readers que aparecían poco a poco, aquellos que pensamos que nunca podrían sustituir al papel.

Para muchos se trata de una discusión sin ganador ni perdedor; disfrutan de las ventajas de ambos formatos, aunque la mayoría sigue teniendo vínculos sentimentales con la obra impresa. Y esto ha influido de manera notable en la recepción que ha tenido un estudio reciente que pretendía demostrar, de una vez por todas, cuál de los dos formatos era más cómodo para la lectura. El Dr. Schlesewsky, un profesor del departamento de Literatura y Lingüística de la universidad alemana Johannes Gutenberg de Maguncia, publicó los resultados de su experimento en uno de los periódicos más importantes de su país, y la respuesta de los lectores fue apabullante: no aceptaban lo que Schlesewsky tenía que decirles: que, desde un punto de vista estrictamente científico, no nos cuesta más leer en ebook que en papel.

Parece ser que en Alemania hay una creencia bastante generalizada (me atrevería a decir que hasta cierto punto en España también) de que el lector electrónico ofrece una lectura más pobre, una comprensión lectora menor a la del libro impreso. Según Kretzschmar, otro de los responsables del estudio iniciado por Schlesewsky, lo que la gente percibe y cómo interpreta su propio comportamiento no es lo mismo que lo que te dicen los datos de los mismos sujetos al realizar una prueba lingüística. Aunque tú insistas en que te cuesta más leer en un formato que en otro, esa no tiene por qué ser la realidad objetiva de lo que está ocurriendo en tu cerebro.

Ayudados de una tecnología que les permitía monitorizar el movimiento del ojo y de sensores EEG para medir el voltaje de la actividad theta del cerebro (directamente relacionada con la codificación y recuperación de la memoria), el equipo científico de varias universidades alemanas pudo trabajar en colaboración con grupos de lectores de diferentes edades para determinar las diferencias entre la lectura en ebook y en papel. Los profesionales descubrieron que la actividad era la misma, tanto en movimiento visual como en actividad cerebral, para la lectura en tres formatos diferentes: papel, lector electrónico y tableta; si bien la mayor parte de los participantes, en una ronda de preguntas anteriores a la prueba, había especificado que preferían la lectura en papel que la realizada en un soporte electrónico. La única pequeña variación surgía con el grupo de adultos de mayor edad (de 60 a 77 años), que demostraba menor nivel de actividad al utilizar una tableta; es decir, que les costaba menos esfuerzo, tal vez por el tamaño mayor de la pantalla. Podéis leer el informe completo del estudio aquí (en inglés).

Todo esto da a entender que, independientemente de nuestras tendencias subjetivas, el esfuerzo y el proceso de comprensión del texto es el mismo, leamos en el soporte que leamos (siempre que este tenga unas condiciones mínimas, claro, no creo que los monitores de ordenador de hace quince años o las pequeñas pantallas de los teléfonos móviles sean comparables con los soportes que se utilizaron en las pruebas mencionadas). Es interesante reconocer hasta qué punto somos animales de costumbre, y hasta qué punto nos agarramos a determinados elementos por pura fijación emocional o nostalgia.

No hay nada como el olor de un libro nuevo, es cierto. Pero lo que ya no podremos argumentar es que leer ese libro en papel sea más fácil o más cómodo para nuestra mente que un .mobi, .pdf o similar en nuestro soporte electrónico favorito

Tomado de lecturalia.com